¿Signos de exclamación?
Elaine indignada, teclados y tipeos, análisis de sentimientos y por qué el presidente no pregunta
Hay un episodio de Seinfeld en el que Elaine corta con su novio por culpa de un signo de exclamación.
La cosa es así, Elaine entra a su casa, donde la esperaba su novio. Estamos a comienzos de los años ‘90, no hay celulares, y el mediador en la comunicación no es Google, sino una persona del círculo afectivo cercano. Si no estás en tu casa, esta persona atiende el teléfono, escucha a quien llamó y anota el mensaje a mano en un papel. Para más información, recomiendo ¿Hola? Un réquiem para el teléfono, de Martín Kohan.
Entonces, episodio “The Sniffing Accountant” (T05E04). Elaine llega y le pregunta a su novio si alguien la llamó durante su ausencia. Él le da el papel donde anotó los mensajes y ella se pone a leer, descartando todos menos uno:
Elaine: ¡Ay, nació el bebé de Myra! ¡Dios mío, qué maravilloso! ¿Quién te avisó?
Jake: Ella.
Elaine: ¿Ella? ¡Ay, qué genial!
Jake: ¿Dónde guardás el sacacorchos?
Elaine: En el cajón de la derecha. [Silencio] Hmm...
Jake: ¿Qué pasa?
Elaine: No, nada.
Jake: ¿Qué?
Elaine: Nada.
Jake: Decime.
Elaine: Bueno, es que no entiendo por qué no usaste signos de exclamación.
Jake: ¿De qué hablás?
Elaine: Mirá, acá escribiste "Myra tuvo al bebé", pero no usaste signos de exclamación.
Se da, entonces, una discusión que parece ridícula, pero es genial. La conversación sigue así (si viste el video, te podés saltear la transcripción del diálogo):
Jake: ¿Y qué?
Elaine: Y… Nada. Olvidate, olvidate, nada más me parece curioso.
Jake: ¿Qué tiene de curioso?
Elaine: Y… o sea, si uno de tus amigos cercanos tuviera un bebé y te dejara un mensaje para avisarte, yo usaría signos de exclamación.
Jake: Bueno, tal vez yo no uso signos de exclamación tan al azar como vos.
Elaine: ¿No te parece que alguien que está teniendo un bebé merece signos de exclamación?
Jake: Bueno, solo anoté el mensaje. No sabía que debía captar el estado de ánimo de cada llamada.
Elaine: Solamente pensé que ibas a estar un poco más emocionado por el hecho de que una amiga mía tuviera un bebé.
Jake: Está bien, estoy emocionado. Simplemente no me gustan los signos de exclamación.
Elaine: Bueno, ¿sabés qué?, deberías aprender a usarlos. Por ejemplo, por la forma en que estoy hablando ahora mismo, pondría un signo de exclamación al final de todas mis oraciones! ¡En esta! ¡Y en esta!
Jake: Bueno, podés ponerle signos a esta: ¡Me voy!
Elaine se enoja porque el novio parece no tener sentimientos o, por lo menos, no empatizar con su felicidad. No alcanza con que Jake diga “Estoy emocionado”, si no lo expresa en sus elecciones lingüísticas. Digo “elecciones” porque cuando usamos el lenguaje, en efecto, elegimos algunas opciones de entre todas las que tenemos: usamos una palabra y no otra, ordenamos las partes de las oraciones de una forma y no de otra, elegimos decir algo y no decir otra cosa.
Es parecido a lo que pasa con el tipeo. Leí por ahí que la disposición física del teclado y las opciones que este provee han influenciado desde el siglo pasado las formas de comunicar.1 Philip Seargeant cuenta que las primeras máquinas de escribir no tenían una tecla para el signo de exclamación, por lo cual si querías exclamar tenías que combinar tres teclas y escribir sucesivamente un punto, un espacio y un apóstrofe. Todo un laburo. La gente de la época, entonces, dejó de usar signos de exclamación.
Jake termina defendiéndose: mi rol era transmitir el mensaje, no el estado de ánimo. Distingue, así, entre dos partes de un enunciado: lo que se dice y la valoración sobre lo que se dice. En lingüística, a esas dos partes les llamamos respectivamente dictum y modus (sí, en latín 💅), y a toda la cuestión le llamamos modalidad.2
Lo interesante es que el significado de los signos de exclamación no es fijo. En el diálogo entre Elaine y Jake, mientras al principio significaban alegría, al final significan enojo. Y esto pasa siempre con el lenguaje: un mismo elemento (palabra, signo de puntuación, tipo de oración, opción ortográfica, etc.) puede vehiculizar sentidos distintos según quién, cuándo, cómo lo usa.
La semana pasada, la presidencia argentina emitió una nueva Guía de redacción y estilo para comunicaciones oficiales. Admito que, a pesar del revuelo que generó en mi TL de Twitter, la guía me pareció bastante básica. Se centra en normas gramaticales y sintácticas y se disfraza de neutral y sintética, es decir, de “eficiente”, un valor que está de moda. Bajo ese disfraz, no obstante, propone reglas como esta: “Evitar la utilización de preguntas. Cuando el emisor es el Estado nacional, debe afirmar”.
¿Por qué “afirmar” en vez de “aseverar”? Se me ocurre que no deben haber querido decir que el presidente dirá sí a todo (de hecho, se la pasa diciendo que “No hay plata”), sino que debe transmitir certezas. Quizás la opción “afirmar” ganó porque transmite firmeza. La imagen que se busca construir, en todo caso, es la de un presidente que no tiene dudas y que se ocupa de comunicar decisiones, no vaya a ser que tenga que someter algo a discusión. Por suerte, no pusieron “debe mandar”. Aunque tampoco pusieron “debe exclamar”, lo que hubiera sido más acorde a la realidad de los gritos constantes que profiere ese señor.
Las razones que esgrime la guía responde a una subestimación de su público, que pareciera estar siempre a punto de confundirse. Pero además, se presupone que los signos de interrogación siempre significan ignorancia, y se asocia esta ignorancia con una falta de investidura o, sencillamente, de poder.
Esta idea de que los sentidos de una pregunta son siempre los mismos no se sostiene en las situaciones de comunicación reales. De hecho, se puede expresar ignorancia en una aserción, como cuando Milei dijo sobre Lali Espósito “No sé quién es”. A la inversa, no todas las preguntas expresan ignorancia ni indican que quien pregunta tiene poco poder. Por ejemplo:
Unx docente puede hacer preguntas para evaluar si su alumnx estudió o no.
Milei puede hacer -y hace- preguntas didácticas para introducir sus ideas libertarias.
Hay preguntas que pueden indicar reprobación, como esta de CFK a Milei: “¿Qué hacía, presidente, a esa hora amenazando por redes?”
Hay otras que pueden canalizar una amenaza, como la de Milei a CFK: “¿qué le parece si le anulo los $ 14.000.000 que cobra usted de jubilación de privilegio y le asigno una jubilación mínima?”
Hay preguntas retóricas.
Hay preguntas que permiten hacer pedidos o dar órdenes (perdonen que no siga citando ejemplos, estoy resguardando mi salud mental).
Si los sentidos estuvieran fijos, no actuaríamos comunicativamente como seres humanos que usan el lenguaje, sino como máquinas que reproducen signos de manera automática sin considerar los matices y contextos. Cualquier parecido con la realidad es… ¡chatbot!
¿Cómo identificar adecuadamente las modalidades, las ironías, las ambivalencias y demás, si no es posible automatizar el significado de una lengua viva? Esta es una de las preocupaciones centrales en el campo del Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN), especialmente en lo que se llama “análisis de sentimientos”. Esta técnica se basa nada más y nada menos que en analizar discursos para identificar la subjetividad, las posiciones ideológicas, las ironías, las modalidades que se presentan en los enunciados aunque no se digan de manera explícita.
Hace poco llegó a mis manos, es decir, a mi compu, el libro Lingüistas de hoy. Profesiones para el siglo XXI, coordinado por Sheila Queralt (ed. Síntesis).
Encontré de todo: hay algún capítulo poco interesante por desactualizado, otros poco creativos en cuanto a los campos de aplicación de la profesión y otros muy buenos, como el de Inés Olza Moreno, titulado Especialista en análisis de sentimientos. La autora señala que el problema que tienen quienes trabajan en inteligencia artificial y específicamente en computación afectiva es que los modelos de aprendizaje automático le suelen dar prioridad a las unidades lexicales -o sea, las palabras-, más que a los rasgos textuales o los sintácticos, como las modalidades que vimos en este post. Por eso, uno de los desafíos de esta rama del PLN es mejorar sus tasas de acierto en la identificación de sentimientos, sobre todo en idiomas distintos al inglés.
Hablando de profesiones, Elaine es editora. Al final del capítulo, su jefe, el Sr. Lippman, la convoca a una reunión, muy preocupado por cómo editó el último libro:
Lippman: Estaba leyendo tu edición final y parece haber un número inusual de signos de exclamación.
Elaine: Bueno, sentí que la escritura carecía de cierta emoción e intensidad.
Lippman: “¡Oh, era una tarde húmeda y fría, así que decidí ponerme el sweater!"
Elaine: Sí, bueno...
Lippman: ¿Pusiste signos de exclamación después de “sweater”?
Elaine: Sí, correcto. Sentí que al personaje no le gusta tener frío...
Lippman: Ya veo. “¡Presioné el botón de la máquina expendedora, pero no apareció el chocolate!” ¿Signos de exclamación?
Elaine: Bueno, sí, ya sabés lo frustrante que puede ser cuando seguís metiendo monedas y monedas en la máquina y no sale nada...
Lippman: Borrá los signos de exclamación.
Como la lengua nos atraviesa, Elaine trasladó su enojo por su novio a su trabajo editorial y, esta vez, no tuvo en cuenta quién usa el lenguaje, cuándo, cómo.
Me refiero al libro The Future of Language, de Philip Seargeant. Lo mencioné en este post y voy a dedicarle un post entero muy pronto.
Las modalidades expresan valoraciones de distinto tipo sobre lo que se dice (si nos parece bien, mal, si lo decimos con duda, con certezas, etc.) o sobre la relación entre lxs participantes de una conversación (si le pedimos algo, si le ordenamos algo, etc.).
Genial! Un detallecito, en los subtítulos del fragmento de Youtube, no aparece el signo de exclamación! Aunque, bueno, obviamente porque son automáticos, y no aparece ningún signo de puntuación, tampoco los de interrogación...
Excelente. Hace poco di con un manual de redacción... Mejor me ahorro los calificativos. ¿Dónde puedo conseguir ese libro?