La semana pasada tuve que corregir un artículo que escribimos con una colega amiga para una revista británica. El manuscrito había sido evaluado en la modalidad doble ciego: lo examinan dos personas sin conocer la identidad de las autoras y sin que las autoras conozcan su identidad. En estos veredictos anónimos es muy común que la gente diga cosas que quizás no diría en conversaciones cara a cara con colegas, o que use tonos que escapan a las reglas de cortesía de un encuentro entre pares. Me ha pasado, incluso, que un evaluador (al que me imagino hombre) se expresara muy enojado con un texto mío, pero no por mi metodología de investigación ni por las bases disciplinares de mis resultados, sino porque no le gustaba mi forma de pensar. El anonimato le permitió indignarse, aun sin fundamentos teóricos.
Una de las cosas que aprendemos las investigadoras después de varios años de trayecto académico es a lidiar con estos referatos/referís desbocados, tamizar las críticas constructivas y recordarnos a nosotras mismas que la violencia no es personal, sino que el Otro se imagina unx autorx ante quien defender su postura o mostrar su propia sapiencia. Por suerte no todas las evaluaciones son así. También hay gente que evalúa -evaluamos- con foco en la construcción colectiva y amorosa del conocimiento.
El paper de la semana pasada me agarró en un momento especial. El referato nos sorprendió tanto a mí como a mi colega por el tono de superioridad que se iba tornando falta de respeto. Por momentos, parecía que habíamos vuelto a la escuela primaria y que la maestra nos estaba retando. Pero lo que más retuve de estas críticas fue el foco en cuestiones aparentemente superficiales.
Por ejemplo, nosotras planteamos la pregunta introductoria “¿Qué representaciones sobre el lenguaje guían los procesos concernientes a la toma de la palabra?”, el evaluador (que también imagino hombre) nos objetó que no estaba bien plantear interrogaciones directas. ¿Su argumento? “This is academia, not an article”. Esto es la academia, no un artículo de opinión. Independientemente de la problemática de investigación que estábamos planteando en esa pregunta, esta persona reparó en un estilo de escritura que le pareció inapropiado, por “no académico”.
Otro ejemplo. Unas líneas más abajo, usamos la primera persona del plural, “Desde nuestro punto de vista…”. El comentario del revisor: “Esto es demasiado subjetivo. La mirada personal de lx autorx no debe ser incluida en papers académicos”. Evidentemente esta persona piensa que caímos en paracaídas al mundo académico y que, a pesar de la calidad de nuestra investigación, no sabemos qué es la academia.
Pero más allá de que nunca en mi vida me corrigieron el hecho de hacer preguntas directas, la clave de esta evaluación no está en su quisquillosez cuasi irrisoria, sino en representar una mirada que está bastante extendida: la investigación científica es objetiva, y esto significa que la persona de lx investigadorx debe borrarse por completo.
La noticia para esta persona y los cómplices del sentido común positivista es que objetividad no es lo mismo que neutralidad. Al contrario, “solamente la perspectiva parcial promete una visión objetiva”, sostiene Donna Haraway en su trabajo Conocimientos situados.1 Para ella, la idea de conocimiento universal es un reduccionismo que es construido desde una mirada eurocéntrica y patriarcal. Desde esa mirada, la posición “objetiva” o no marcada es la del Hombre Blanco, que paradójicamente desconoce su propia posición.
Lo cierto es que los saberes son locales y lxs investigadorxs somos personas que pensamos y trabajamos desde determinados lugares, en determinadas condiciones y atravesadxs por distintas realidades. Solamente reconociendo esto podemos ser objetivxs. Por eso, Haraway habla de una “objetividad encarnada” que celebre las investigaciones críticas y los proyectos paradójicos.
La objetividad feminista trata de la localización limitada y del conocimiento situado, no de la trascendencia y el desdoblamiento del sujeto y el objeto. (Haraway, 1988)
En la actualidad, lingüistas como Marie-Anne Paveau han aplicado al análisis del discurso esta perspectiva de conocimiento situado y pluriversalista, recuperando a Enrique Dussel y Ramón Grosfoguel.2 Además de criticar los dualismos fundadores de las epistemes occidentales, como cuerpo/alma, humano/no-humano, etc., Paveau recuerda la necesidad de diseñar una metodología que permita pensar desde múltiples centros.
Estas perspectivas fuertemente impulsadas por la epistemología feminista cuestionan, como se ve, la forma de construir conocimiento científico. Y esto involucra la forma de escribir.
La semana que tuvimos que corregir el artículo con mi colegamiga me agarró en un momento especial. Justo esa semana con el Círculo de Lingüística Feminista teníamos pautado un encuentro con la investigadora Susana Martínez Guillem. Para esa ocasión, acordamos leer su trabajo más reciente, aún en prensa, sobre lo que ella llama “feminista plural”.3 La lectura me fascinó porque sentí que plasmaba muchas de las cosas que venimos hablando en el Círculo desde 2020, citaba a las autoras que venimos leyendo y cuestionaba el trabajo con el lenguaje desde distintas dimensiones… En fin, sentí que era una de nosotras y coincidí con sus palabras a un nivel que rara vez me sucede.
Martínez Guillem subraya la importancia de las identidades lingüísticas de quienes investigamos y reivindica lo personal y las experiencias de vida como insumos para la construcción de conocimiento. Para ella, “lo personal puede convertirse en teórico” si sabemos leer lo aparentemente individual en clave colectiva.
Una pregunta central de la autora durante el encuentro fue ¿qué es saber?, acompañada de otras: ¿Qué saberes son válidos? ¿Dónde buscamos los saberes? Esta pregunta no solo está hecha de manera directa, sino que pide la presencia de lo subjetivo. Sí, dentro de la academia y de los artículos científicos. Martínez Guillem escribe un texto en español sin abrir las interrogaciones con signo de pregunta, explicitando qué cosas le gustan a ella, haciendo chistes, usando la ortografía a su voluntad. Con este gesto escriturario plasma su manifiesto lingüístico-feminista-plural: hay que poner las lenguas en crisis.
Hablar, pensar, y sentir y actuar en feminista plural consiste en desarrollar lenguajes transversales que atraviesen lo personal, lo político, y lo disciplinar. (Martínez Guillem, en prensa).
De esta forma, no solo nos invita a generar conocimiento más honesto y menos individualista, sino también a repensar las normas de estilo de la academia para desnaturalizar quién puede hablar y quién no, “quién puede intervenir sobre el lenguaje y de qué modos”.

Con mi amiga corregimos el paper. Adoptamos las sugerencias que nos parecían pertinentes y que ayudaban a mejorar el artículo. A fin de cuentas, para eso está el proceso de evaluación. Pero no cambiamos nuestro estilo. No borramos nuestra persona, no esterilizamos nuestra escritura.
Hicimos una carta para lx editorx, donde le contamos nuestras decisiones a la hora de revisar el artículo. Aclaramos que incorporamos muchas sugerencias, pero que algunas no nos parecieron pertinentes: enumeramos uno a uno los cambios que decidimos no hacer y nuestros motivos.
Estamos esperando la decisión de la revista. Confiamos en que hay académicxs que practican la escucha y que ejercitan miradas situadas sobre la construcción de conocimientos. Eso debería ser la academia.
Haraway, Donna. (1988) “Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective”, Feminist Studies, 14(3): 575-599.
Paveau, Marie-Anne. (2021) “Mémoires situées. Discours d’oubli et d’amémoire dans une perspective pluriversaliste”, en: Anna Giaufret & Laura Quercioli Mincer (eds.) MemWar. Memorie e oblii delle guerre e dei traumi del XX secolo (pp. 33-50). Genova: Genova University Press.
Prometo compartir el artículo cuando salga publicado.
Tradujo usted lo que pienso cada vez que mis trabajos son evaluados, pero también la actitud que trato de asumir cuando me toca el rol de evaluadora. Incluso, creo que muchas personas desisten de escribir por motivos como ese: la interpretación sesgada de qué es objetividad e imparcialidad. Gracias por este escrito; lo divulgaré entre mis colegas y estudiantes.
Sostener, no solo citando a tu colega, sino a lo largo del escrito, lo personal (con todos sus matices) como insumo para la construcción del conocimiento me parece fundamental. Habilitante para escribir